Por alguna razón y a pesar de todas las fiestas que lo rodean, el último día del año conlleva una neblina de nostalgia que parece contaminar por unos cuantos segundos la salida del año viejo y la entrada del nuevo.
Hoy yo viví eso muy claramente y me cayó un importante veinte.
Esta madrugada, vi partir el año 2014 y también vi partir a mi hijo mayor de regreso a la ciudad en la que está viviendo y estudiando un año.
Mientras veía a mi chamaco caminar hacia su puerta de abordaje lo pensé y lo sentí con mucha claridad: el apego... y lo que nos cuesta dejar ir...
Nos toma 365 días adaptarnos a un año y no importa si fue bueno o malo, muy en el fondo, nos cuesta aceptar uno nuevo.
En mi caso particular, una vez pasado el calambrón del desapego y la idea de que los recuerdos que formé ese año ya pasan a ser historia, me gusta pensar que tengo 365 oportunidades para hacer bien lo que hice mal, mejor lo que hice peor...vamos, me da chance de hacer cosas y formar nuevos recuerdos...vaya regalo...
Y ver partir a mi niño que ya no es niño...pues una vez que me seco las lágrimas de mamá gallina y me repongo del shock de que ya creció (cuándo fue?!?!...pasó tan rápido!!!!), me siento increíblemente orgullosa de él y de mí por lo lejos que hemos llegado (él por irse y yo por dejarlo ir) y me siento feliz de tener de vuelta una ansiada libertad que su crecimiento me ha regalado.
Cómo ven, el primer día del año toma y da en ese perfecto equilibrio que es la vida misma; podemos enfocarnos en sólo la pérdida, en sólo la ganancia, o en ambas y así tener la padrísima sensación de balance que siento nos funciona muy bien a los seres humanos.
En fin, desde este imaginario y a la vez real foro que estamos construyendo entre ustedes y yo, quiero desearles a todos un feliz y balanceado 2015.
Hasta la próxima,
Coincido totalmente contigo. La nostalgia es pariente cercano del miedo a emprender lo nuevo. Un abrazo, ya superada la nostalgia del día 1.
ResponderBorrarGracias por tu comentario Marian...
ResponderBorrarBesos,